martes, 22 de septiembre de 2009

Crónica de un nacimiento anunciado

Fueron días pesados y densos, al final de los cuales cualquier mínimo estímulo de reflexión me ponía en un estado de angustia, porque llegaba casi siempre a las mismas conclusiones: mis límites, mis carencias, el largo camino por andar (en subida, empinadísimo). Terminaba hecha trizas, agotada, desgastada. Y es que era todo cierto, pero no lo era todo.
Tras una crisis bastante aguda me puse mejor, aunque jamás habría imaginado que podía suceder de este modo, con semejantes episodios. Primero fue una lectura que me iluminó, mostrándome la otra cara de la moneda (¿qué podía hacer yo, de niña, sino armarme de una serie de mecanismos de defensa y perpetuarlos en modo automático?, son los mismos que actúo ahora y me basta invertir las cosas para comprender cada uno de mis gestos y hasta perdonarme), y esto todavía es bastante lógico, al final la lectura te lleva por zonas que no son tuyas siendo de todos modos, al mismo tiempo o en potencia, tuyas. Después fue una caca de perro que pisé apenas salí de casa y que me hizo putear, tuve que volver adentro y cambiarme, menos mal que estaba saliendo con relativa anticipación respecto al horario que me había fijado. Finalmente fue un grupo de teatro que presentaba un curso el que me dio el golpe de gracia.
Este último, el grupo, era espantoso: se hacían a los payasos todo el tiempo, no eran claros, no explicaban bien, sus actitudes eran muy de posa, o muy intelectualoides o demasiado de actores impenetrables, el lugar estaba lleno de gente fifí, un penetrante olor de perfumes de mujer te taladraba las narices y el cerebro, la gente estaba vestida con uniforme (de hippie, de chico rebelde, de chica alternativa, de mujer fatal, todos personajes en busca de una obra), para colmo una señora a mi lado parecía morirse de calor y no paraba de ventilarse nerviosamente con el folleto del curso. Todo este ambiente me sacaba de quicio y terminada la cosa salí cabreada, los habría agarrado a sopapos, y eso me ayudó a exprimir mis sentimientos y sacar la rabia. Y secar un poco, la rabia, quitarle las lágrimas y quedarme con su fuerza, su energía.

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