Hoy terminé el libro que me ocupaba: casi 300 páginas en una semana. Nada mal, sobre todo teniendo en cuenta mis ritmos de los últimos años (nulos). Y es que cuando uno tiene verdadero interés no hay límites que lo detengan.
Hoy releí viejas cartas, en realidad lo hago desde hace un par de semanas, las paso de la casilla de correo a un documento especial. No todas las cartas, sino aquellas, las importantes. Hace un año, hace uno y medio, hace algunos meses, él me decía ya las cosas que yo ahora voy poniendo en orden. Superficialmente parece que yo repita, claro, de puro floja. Y no, no es así. Es que no importa cuántas veces y de qué modo te digan ciertas cosas, si no las digieres y elaboras tú es como si no las hubieras oído nunca. Así que apenas, con gran conmoción, logro atar unos cuantos cabos sueltos, me doy cuenta, pocos días después, que él ya me había dicho todo eso tal cual. ¿Dónde estaba yo, cuando me hablaba o me escribía?
Bueno, lo que sé es que ahora estoy aquí, y cuando hablamos escucho y hasta hablo.
Hablo.
sábado, 26 de septiembre de 2009
Hay lecturas y lecturas
Parido por
Mariela De Marchi Moyano
a las
00:45
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