jueves, 24 de septiembre de 2009

La mujer(,) (y) la propiedad privada

Hace ya semanas que yo hinchaba las pelotas a mi madre y le decía que debía comprarse otra computadora, el bicho que tienen en casa es tan lento que ya no da ni para abrir una pinche página en Firefox. Y ella postergaba la cosa, que ya veremos, que el dinero, etc. Hasta que el domingo pasado mi padre, en medio almuerzo, me dijo con voz ceremoniosa y preambulosa: "Mariela, quisiera pedirte un favor, necesitamos tu ayuda, aunque bien podríamos pedirle a tu hermano, pero es que a lo mejor él tiene unas ideas fijas, si consultamos a los dos pueden ver juntos bla bla bla etc etc etc; la mami necesita urgentemente una computadora nueva". En ese momento levanté las manos y dije (casi) aleluya, en realidad dije "¡por fin!". Mi hermano dijo "pero si hace rato que lo decimos nosotros también", y yo le contesté, justamente, que mientras no hubiera la voz oficial nada se hacía. Y lastimosamente es cierto, pocas cosas son las que decide autónomamente mi madre, en general o deciden juntos, hasta para lo que es dominio exclusivo de ella (como en este caso, ya que la computadora es para su trabajo y mi padre no la tocaría ni pagado), o decide él. O si decide ella es él, en definitiva, quien sanciona las cosas, quien pone el sello de "autorizado".
En fin, ayer fui con mi padre y uno de mis hermanos a comprar la tal computadora, portátil para que mi madre la use también cuando va a sus cursos o a visitar a las familias a lugares lejanos. Cuando ella llegó para la cena, ya bastante tarde, quedó muy contenta con la sorpresa, no esperaba que hiciéramos la compra tan pronto. Y además nos vio, a mí y a mi hermano, sudar la gota gorda para configurar todo para ella: caracteres grandes para sus problemas de vista, eliminación de iconos inútiles en el escritorio, accesos rápidos a cosas indispensables, instalación del messenger para que chatee con sus hermanos y sus amigos... Cuando por fin se acercó a probarla y yo le iba a mostrar las principales novedades, dijo: "ay, qué emoción, nunca habría imaginado que iba a tener una computadora toda para mí". Lo dijo con candor, seguramente sin pensar en lo que decía, y me dejó anonadada. Mi madre, como muchas mujeres, no se esperaba poder poseer algo, no llega a concebir la propiedad privada como algo que puede corresponderle de manera natural. Ella se considera únicamente como parte de una colectividad, la familia, y la individualidad se pierde en ese conjunto o se atenua mucho - por lo menos así es en su caso. Mujer como propiedad privada (del marido o de la familia), no como individuo con derecho a la propiedad privada.
Creo que lo que más me impresionó de este episodio fue que yo no había pensado en ello antes, que recién me voy dando cuenta de este status quo. Que, lo sé bien, difícilmente cambiará.

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