jueves, 12 de enero de 2006

Hogar dulce(?) hogar

Primera semana de septiembre 2005

Hace un mes cambiamos de casa: de la zona industrial pasamos a la zona residencial de Camisano. No fue largo el viaje, poco más de un kilómetro. La primera noche que pasamos en nuestro nuevo nido fue casi mágica: despertamos con el canto de los pájaros y la luz del sol que se colaba por la ventana. No podíamos creerlo, después de tanto tiempo de escuchar los ventiladores de la fábrica de helados y tener sol sólo en la tarde.

A los dos días nos fuimos de vacaciones. Volvimos hace un par de semanas y el encanto ya se acabó. Será también por el regreso a la rutina, claro, pero resulta imposible no notar el lúgubre aspecto del nuevo barrio. En vez de los galpones hay casas cuadradas con las ventanas cerradas, las persianas bajadas para que no entre el sol ni el calor. Salgas a la hora que salgas, raramente encuentras un humanoide por las calles. A las 10 de la noche está todo en silencio, siendo nuestros vecinos sobre todo jubilados. En este cementerio precoz, tan poco frecuentado, se respira una calma rayana en la inercia. En nuestro anterior barrio por lo menos veíamos a camioneros, representantes comerciales, obreros. Y como éramos apenas 3 familias en medio a todos esos galpones, nos encontrábamos afuera cada vez que podíamos. Cada vez que el clima lo permitía salía el vecino con su hijo, luego nosotros con la nuestra, luego la chica del frente con el perro. No siempre en ese orden, por supuesto.

Bueno, no seamos catastrofistas, el tiempo dirá si nos equivocamos. A lo mejor cuando haga menos calor, cuando los mosquitos se pongan menos rabiosos, cuando la primavera...

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