martes, 18 de abril de 2006

Las manos del cajero

Entramos al banco de dos en dos: primero yo con María, que tiene 4 meses, después mi compañero con Francesca, que tiene 2 años y medio. Hay que meterse en la cápsula de control, tras haber abandonado los eventuales haberes metálicos en el casillero de afuera. La filial es pequeña y hay un solo cajero disponible, que en ese momento se libera. Me acerco y desembucho el cheque. "Buenos días, ahora le doy los documentos de identidad, un momentito por favor", digo mientras paso María a su progenitor. El cajero farfulla: "buenos días, carnet de identidad y licencia de conducir, si es posible". Entrego todo y el hombre se va a sacar fotocopias.
Francesca llega discretamente hasta mí y pide que la suba a la otra silla. Explora con la mirada todos los ingredientes del escritorio: el calendario, los lapiceros, la calculadora... Le brillan los ojos ante tantos juguetes prohibidos. Vuelve mi superhéroe y comienza a teclear los datos. No sabiendo a dónde mirar, como suele suceder en estas ocasiones, me detengo en sus manos. Tienen enrojecimientos por todas partes, las cutículas carcomidas, sufren. Me recuerdan a las manos de un representante comercial que trabajaba conmigo en una empresa de informática. Decía que sobre todo en la primavera le escocían, pero a mí más bien me parecía que se las maltrataba con zaña.
De pronto me doy cuenta de que esas manos están pegadas a unos brazos, y éstos a un cuerpo, con relativa cabeza y demás accesorios. Recién ahora miro en la cara al señor que está detrás del escritorio, barrera que nos une y separa. Está cansado, viejo, aburrido.
"Su carnet está vencido."
"¿En serio?"
Después de un par de comentarios sobre el asunto, y tal vez conmovido por el llanto de María que mi cítrico se lleva afuera, me perdona el desliz burocrático y termina el trámite. Me hace pagar su generosidad dándome dos billetes enormes de 500 euros. Agradezco, saludo, salgo.
El sol brilla, damos un paseo. Es ya casi mediodía y todos corren. Nosotrs, por esta vez, podemos vagabundear.

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